Terapia familiar
Las familias cambian, crecen, se transforman. Hay momentos en los que todo parece fluir con naturalidad, y otros en los que las cosas se enredan, las conversaciones se tensan o el entendimiento se vuelve difícil. A veces el cariño está, pero cuesta expresarlo; otras, parece que cada uno habla un idioma distinto.
En una familia pueden convivir muchas emociones: amor, frustración, culpa, cansancio, deseo de cercanía o necesidad de espacio. Y todas tienen su lugar. Con el tiempo, los roles cambian, las generaciones se cruzan y los ritmos se desajustan. Lo que antes funcionaba puede dejar de hacerlo, y lo que parecía un pequeño malentendido se convierte en distancia o silencio.
La terapia familiar es una invitación a parar un momento y mirarse de nuevo. A entender qué está pasando entre nosotros cuando intentamos cuidarnos y no sale como queremos. Es un espacio donde poder hablar sin miedo, escuchar sin reproches y recuperar la sensación de estar juntos, incluso en medio de las diferencias.
Cómo trabajamos con las familias
Cada familia es diferente: su historia, su manera de comunicarse, sus silencios y sus formas de cuidar. Por eso, en terapia no seguimos un guion cerrado. Escuchamos, observamos y vamos construyendo juntos un espacio donde cada persona pueda expresarse y sentirse comprendida.
En las sesiones suele participar la familia al completo o una parte de ella, según lo que se necesite en cada momento. El terapeuta ayuda a que las conversaciones se vuelvan más claras, a que las emociones puedan tener nombre y a que se escuchen las necesidades que hay detrás de los conflictos.
A veces se trata de entender por qué se repiten ciertos patrones; otras, de encontrar nuevas maneras de relacionarse o de acompañar un cambio importante. No buscamos señalar quién tiene razón, sino comprender cómo funciona la relación entre todos y qué puede ayudar a que el ambiente familiar se sienta más seguro, más sereno y más cercano.
La terapia familiar puede ser útil cuando:
las conversaciones se tensan o acaban en discusiones que dejan mal sabor,
los malentendidos se repiten y parece que nadie consigue explicarse del todo,
un cambio importante —una separación, una mudanza, una pérdida— ha removido,
uno de los miembros atraviesa un momento difícil y el resto no sabe cómo acompañarle,
hay sensación de agotamiento, como si todos estuvieran haciendo esfuerzos sin resultado,
cuesta comunicarse sin sentirse juzgado o sin que las emociones se desborden,
se evitan ciertos temas por miedo a discutir o a herir a alguien,
las emociones se viven con mucha intensidad o, al contrario, parecen haberse apagado,
se nota distancia entre generaciones, o simplemente una falta de conexión,
los cambios en la adolescencia o en la crianza generan tensiones o dudas,
surgen rivalidades, comparaciones o resentimientos que se acumulan,
o simplemente hay ganas de entenderse mejor y recuperar una convivencia más tranquila, más cercana y más viva.
Resuelve tus dudas sobre la terapia de familia
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Dar el primer paso puede generar dudas, pero no tienes que hacerlo solo. Si lo deseas, puedes ponerte en contacto con nosotros hoy mismo y agendar tu primera sesión.