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¿Qué son las fobias y los miedos?

El miedo no es algo que esté mal. Es una emoción necesaria, una señal que nos protege y nos ayuda a reaccionar ante lo que percibimos como peligro. Gracias a él aprendemos a cuidarnos, a poner límites y a reconocer lo que nos importa.

Pero a veces ese miedo deja de ser una ayuda y empieza a ocupar demasiado espacio. Puede volverse constante, aparecer sin motivo aparente o ser tan intenso que termine limitando la vida cotidiana. Entonces ya no nos protege: nos encierra. Sentimos que algo dentro se activa antes que nosotros mismos, como si el cuerpo encendiera la alarma aunque no haya una amenaza real.

Las fobias surgen justo ahí: cuando el miedo de forma irracional se asocia a una situación concreta —volar, los espacios cerrados, ciertos animales, hablar en público o el contacto social— y el cuerpo responde con ansiedad o evitación, incluso sabiendo que no pasa nada. No es falta de voluntad o de fortaleza. Es una reacción aprendida, un reflejo que en su momento tuvo sentido, pero que hoy ya no ayuda.

Vivir con miedo constante puede generar cansancio, frustración o culpa. Incluso, a veces, lo que más asusta no es el miedo en sí, sino la posibilidad de volver a sentirlo. Y así, poco a poco, se reduce el espacio vital: se dejan de hacer cosas, se evitan lugares, se pierde confianza en uno mismo.

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¿Cuando aparecen las fobias o miedos?

El miedo aparece cuando algo dentro de nosotros percibe peligro, real o simbólico. A veces nace de una experiencia concreta —una situación que nos desbordó, un susto, una pérdida, una sensación de vulnerabilidad—. Otras veces no recordamos un momento exacto: el miedo simplemente “aparece” y se instala sin pedir permiso.

El miedo cumple una función. Pero cuando se activa demasiado o en momentos en los que ya no hay peligro, deja de ser una señal útil y empieza a ocupar demasiado espacio. Es ahí cuando se convierte en un problema.

Ocurre cuando:

❇️ El miedo aparece con demasiada frecuencia o intensidad.
❇️ Empieza a condicionar decisiones, rutinas o relaciones.
❇️ El cuerpo reacciona con ansiedad o bloqueo sin causa evidente.
❇️ Evitamos cada vez más cosas para “no sentirlo”.
❇️ O cuando el esfuerzo por controlarlo solo genera más miedo.

En esos casos, el miedo ya no está protegiendo: está repitiendo un aprendizaje que alguna vez fue necesario, pero que hoy te aleja de la vida que deseas.

El trabajo terapéutico no busca eliminar esa emoción, sino ayudar a que recupere su función original: acompañarte, no dominarte.

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Cómo trabajamos las fobias y miedos

En terapia no se busca eliminar el miedo, sino entenderlo. El miedo cumple una función: proteger. Incluso cuando parece irracional, el cuerpo reacciona porque en algún momento esa respuesta tuvo sentido. Puede que lo aprendiera tras una experiencia difícil, o simplemente como una forma de anticipar lo que alguna vez dolió.

El primer paso consiste en escuchar la historia del miedo, no solo la situación que lo activa, sino lo que representa para la persona. Cada miedo tiene un mensaje propio: a veces guarda una vivencia de descontrol, otras un recuerdo de vulnerabilidad, o la sensación de no poder sostener algo.

A lo largo del proceso, se trabaja para reconocer las señales del cuerpo y acompañarlas sin juicio. Entender cómo el sistema nervioso entra en alerta permite que poco a poco se recupere la sensación de seguridad. A veces se utilizan ejercicios de respiración o de anclaje corporal; otras, se explora el pensamiento anticipatorio o la tendencia a evitar.

El objetivo no es “dejar de tener miedo”, sino aprender a convivir con él de otra manera. A medida que se comprende su función y se regula la respuesta física, el miedo deja de dominar la experiencia. Deja de ser un enemigo y pasa a ser una señal más del propio organismo, una que puede escucharse sin que paralice la vida.

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¿Cuándo vale la pena pedir ayuda?

Puede ser buen momento para buscar apoyo psicológico si:

❇️ Evitas lugares, actividades o personas por miedo a lo que puedas sentir.

❇️ Tu cuerpo reacciona con ansiedad intensa (taquicardia, mareo, falta de aire) ante situaciones que racionalmente sabes que no son peligrosas.

❇️ Anticipas con temor lo que podría pasar, incluso antes de que ocurra.

❇️ Te sientes limitado/a en tu vida cotidiana —por ejemplo, al viajar, conducir, hablar en público o estar en espacios cerrados.

❇️ Te culpas o te frustras por no poder “controlar” el miedo.

❇️Sientes que el miedo manda más que tú, y que tus decisiones giran en torno a evitarlo.

❇️ O simplemente, quieres recuperar seguridad y entender qué está intentando decirte tu cuerpo.

En terapia, el trabajo se centra en reconocer la lógica interna del miedo, acompañar la reacción corporal y reconstruir la sensación de confianza. No se trata de vencer al miedo, sino de que deje de dirigir tu vida.

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Preguntas frecuentes sobre fobias y miedos (FAQ)

¿Tener miedo significa que tengo una fobia?

No necesariamente. Sentir miedo es natural y adaptativo. Una fobia aparece cuando ese miedo se vuelve tan intenso que te lleva a evitar una situación o te impide hacer tu vida con normalidad. La diferencia está en la intensidad y en cómo limita tu día a día, no en el hecho de sentir miedo.

¿Por qué tengo miedo si sé que no pasa nada?

Porque el cuerpo y la mente no siempre van al mismo ritmo. Puedes saber racionalmente que algo es seguro, pero el sistema nervioso sigue reaccionando como si hubiera peligro. Las fobias no son un fallo de lógica, sino una respuesta de protección que se activó en algún momento y se quedó grabada. En terapia se trabaja para que el cuerpo vuelva a sentir seguridad, no solo a pensarla.

¿Las fobias se curan?

Más que “curarse”, se regulan y transforman. Con acompañamiento terapéutico, la persona aprende a reconocer las señales del miedo, regular la respuesta corporal y reconstruir la sensación de control. El objetivo no es eliminar el miedo, sino que deje de dominar la vida.

¿Por qué se producen las fobias?

Las fobias pueden originarse tras una experiencia intensa —una sensación física desagradable, un susto, una pérdida de control— o incluso por aprendizaje indirecto, al observar o escuchar situaciones temidas.
Otras veces no hay un momento claro: simplemente el cuerpo ha estado bajo estrés prolongado y aprende a asociar ciertas sensaciones o contextos con peligro.

En todos los casos, no son un error, sino un aprendizaje. Una forma en que el sistema nervioso intentó protegerte en su momento.
Lo que hoy llamamos “fobia” o “síntoma” fue, en su origen, una respuesta adaptativa que tuvo sentido. En terapia, el trabajo no es luchar contra esa reacción, sino entender qué función cumple y permitir que el cuerpo aprenda nuevas formas de sentirse seguro.

¿Puedo superar una fobia por mi cuenta?

A veces sí, especialmente cuando el miedo es leve y se afronta gradualmente. Pero cuando el malestar es intenso o persiste en el tiempo, intentar hacerlo solo puede reforzar el miedo. En terapia, el proceso se hace de manera progresiva y segura, ayudando a que el cuerpo se sienta acompañado mientras aprende que puede tolerar la situación.

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Resuelve tus dudas sobre las fobias y miedos

Si te interesa conocer en qué espacios trabajamos las fobias o miedos, puedes consultar nuestras terapias para adultos, parejas, familias, adolescentes, niños/as y en el ámbito perinatal.

Para conocer más a fondo cómo trabajamos las fobias o miedos, te invitamos a leer la sección “Nuestro proceso” en las páginas de nuestros centros en Bilbao y Online. Allí explicamos cómo es la primera sesión, qué puedes esperar de las siguientes y cómo adaptamos el acompañamiento al ritmo de cada persona.

En la sección de información práctica encontrarás además detalles sobre la duración y frecuencia de las sesiones, las modalidades presencial y online y las diferentes formas de contacto. Todo lo necesario para orientarte antes de comenzar.

Dar el primer paso puede generar dudas, pero no tienes que hacerlo solo. Si lo deseas, puedes ponerte en contacto con nosotros hoy mismo y agendar tu primera sesión.

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