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¿Qué es el Trauma Psicológico?

El trauma, en psicología, se entiende como una huella profunda que deja una experiencia emocionalmente abrumadora. A lo largo de la vida, todas las personas atravesamos situaciones que nos marcan y moldean; aprendemos de lo que nos ocurre y adaptamos nuestra forma de sentir y comportarnos. Sin embargo, cuando un acontecimiento sobrepasa nuestra capacidad de comprensión o de respuesta, esa experiencia puede quedar “atascada” en el sistema emocional, en lugar de integrarse de manera natural.

No es solo lo que sucede, sino cómo lo vivimos. Un mismo hecho puede no tener el mismo impacto en dos personas diferentes, porque el trauma no depende únicamente del evento, sino de los recursos emocionales, del contexto y del significado que se le da en el momento. Cuando algo nos desborda, el cuerpo y la mente reaccionan tratando de protegernos: pueden desconectarse, bloquear emociones o mantener un estado de alerta constante.

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Esa reacción es adaptativa en su momento, pero si persiste, deja una marca que influye en cómo percibimos el mundo y en cómo respondemos a él.

En este sentido, el trauma es una interrupción del proceso natural de aprendizaje y adaptación. Es como si una parte de la experiencia quedara suspendida en el tiempo, sin poder transformarse en recuerdo o comprensión. Por eso, muchas veces se manifiesta de forma indirecta: en comportamientos repetitivos, emociones desproporcionadas o sensaciones corporales difíciles de explicar.

En el fondo, el trauma refleja que algo no pudo ser elaborado ni comprendido del todo, y que su huella sigue actuando en el presente, aun cuando la persona no sea consciente de ello.

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¿Cuando aparece el trauma psicológico?

El trauma puede entenderse como una forma de aprendizaje intenso, una huella que deja una experiencia que nos impacta profundamente. A lo largo de la vida, todo lo que vivimos nos enseña algo: cómo actuar, qué esperar de los demás, qué nos duele y qué nos da seguridad. Esos aprendizajes se van acumulando y acaban dando forma a nuestra manera de estar en el mundo: a nuestra personalidad, a nuestro carácter y a nuestras decisiones.

El trauma aparece cuando una experiencia nos sobrepasa, cuando lo que vivimos tiene una carga emocional tan fuerte que no logramos procesarla ni darle sentido en ese momento. Puede ocurrir de manera repentina, ante un hecho inesperado, o construirse poco a poco, cuando durante mucho tiempo nos vemos envueltos en situaciones que nos generan malestar o confusión. En esos casos, el aprendizaje que deja la experiencia no se integra con flexibilidad, sino que se graba de forma más rígida, casi automática, como una reacción que se activa sin que lo decidamos.

En este sentido, el trauma no es algo separado del aprendizaje, sino una versión intensa y menos elaborada de él, una forma en la que el cuerpo y la mente aprendieron algo “de golpe”, sin espacio para comprenderlo del todo. Por eso, muchas de nuestras respuestas actuales —formas de reaccionar, de vincularnos o de relacionarnos con el mundo— no son casuales: son formas de adaptación que surgieron cuando no había muchas opciones. Lo vivido se mantiene en nosotros, influyendo en lo que sentimos y hacemos.

El trauma, entonces, aparece cuando el aprendizaje se congela en el tiempo, cuando una experiencia queda sin terminar de asimilar y sigue actuando en el presente. No es una falla ni un daño en sí mismo, sino una forma de memoria viva: una manera en que lo que nos pasó sigue participando, de algún modo, en cómo entendemos la vida y a nosotros mismos.

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Tratamiento en procesos de trauma psicológico

El tratamiento del trauma tiene como objetivo ayudar a que la experiencia que quedó “atascada” pueda integrarse, es decir, que deje de repetirse en forma de síntomas o reacciones automáticas y pueda convertirse en parte de una historia comprendida y elaborada. No se trata de olvidar lo que pasó, sino de hacer que deje de doler como si estuviera ocurriendo todavía.

En el proceso terapéutico, lo primero suele ser recuperar una sensación básica de seguridad, tanto física como emocional. Cuando alguien ha vivido algo que lo desbordó, el cuerpo y la mente tienden a mantenerse en alerta, por eso es fundamental trabajar en volver a sentir calma, confianza y presencia.

Después, poco a poco, se busca darle sentido a la experiencia: poner palabra y poder pensar las cosas. Al hacerlo, la persona empieza a reconocer los vínculos entre sus reacciones actuales y lo vivido en el pasado, lo que permite que esas respuestas pierdan su fuerza automática. Es como si la experiencia, que antes estaba congelada, empezara a encontrar su lugar dentro de la historia personal.

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¿Cuándo vale la pena pedir ayuda en procesos de trauma?

Algunas señales comunes de que puede ser buen momento para buscar acompañamiento son:

❇️ Sentir que revives una experiencia del pasado o que ciertos recuerdos o situaciones te desbordan emocionalmente.

❇️ Tener reacciones intensas o desproporcionadas ante cosas pequeñas y no entender por qué.

❇️ Notar que tu cuerpo está en tensión constante, con dificultad para relajarte, dormir o concentrarte.

❇️ Evitar lugares, personas o temas que te conectan con lo ocurrido.

❇️ Sentir culpa, vergüenza, vacío o desconexión emocional.

❇️ Ver que ciertos patrones en tus relaciones se repiten y generan malestar.

En general, pedir ayuda vale la pena cuando sientes que estás haciendo esfuerzos por estar bien, pero algo no termina de calmarse o cerrarse. También cuando reconoces que estás cansado de sostener solo lo que te pasa, o simplemente cuando quieres entenderte mejor.

Buscar acompañamiento no es un signo de debilidad, sino una forma de cuidarte y permitirte integrar lo vivido con más claridad y menos carga. En los procesos de trauma, la mirada de un profesional puede ayudarte a poner orden, darle sentido y recuperar la sensación de estar en el presente, en lugar de seguir reaccionando desde el pasado.

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Preguntas frecuentes sobre el trauma (FAQ)

  • ¿Todo el mundo puede tener trauma?
    Sí. El trauma no depende de cuán “grave” fue algo, sino de cómo lo viviste. Cualquier experiencia que te haya desbordado o superado emocionalmente puede dejar una huella que influya en cómo te sientes o actúas después.

  • ¿El trauma siempre se nota?
    No necesariamente. A veces se manifiesta de forma muy evidente —como ansiedad, miedo o recuerdos intrusivos—, pero otras veces aparece en gestos más sutiles: dificultad para confiar, sensación de desconexión o patrones que se repiten sin entender por qué.

  • ¿El trauma se puede superar?
    Sí, pero más que “superarlo”, se trata de integrarlo. El objetivo no es olvidar, sino darle un lugar en la historia personal para que deje de doler como si estuviera ocurriendo todavía. Con acompañamiento adecuado, el trauma puede transformarse en comprensión y fortaleza.

  • ¿Cuándo vale la pena pedir ayuda?
    Cuando sientes que lo que viviste sigue afectando tu presente —en tus emociones, tus relaciones o tu forma de estar contigo mismo—. También cuando notas que haces mucho esfuerzo por estar bien, pero algo no termina de calmarse o entenderse.

  • ¿Hablar del trauma lo empeora?
    Depende de cómo y con quién se haga. Hablar de lo ocurrido sin contención puede resultar abrumador, pero hacerlo en un espacio seguro y acompañado permite darle forma a lo que antes estaba disperso o silenciado. No se trata de revivir, sino de reordenar y dar sentido.

  • ¿El trauma cambia la personalidad?
    Sí, en cierta forma. Las experiencias difíciles nos enseñan a adaptarnos y pueden moldear la manera en que percibimos el mundo o nos relacionamos. No es un cambio “malo”, sino una muestra de cómo aprendemos a vivir con lo que nos pasó.

  • ¿Se puede vivir bien con trauma?
    Totalmente. Tener una historia difícil no impide tener una vida plena. Comprender lo que ocurrió y cómo nos afectó permite recuperar elección, calma y coherencia interna. Integrar el trauma es volver a sentir que el pasado ya no gobierna el presente.

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Para conocer más a fondo cómo trabajamos el trauma psicológico, te invitamos a leer la sección “Nuestro proceso” en las páginas de nuestros centros en Bilbao y Online. Allí explicamos cómo es la primera sesión, qué puedes esperar de las siguientes y cómo adaptamos el acompañamiento al ritmo de cada persona.

En la sección de información práctica encontrarás además detalles sobre la duración y frecuencia de las sesiones, las modalidades presencial y online y las diferentes formas de contacto. Todo lo necesario para orientarte antes de comenzar.

Dar el primer paso puede generar dudas, pero no tienes que hacerlo solo. Si lo deseas, puedes ponerte en contacto con nosotros hoy mismo y agendar tu primera sesión.

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