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¿Qué es el Duelo?

El duelo no es solo la reacción ante una pérdida.
Es un proceso de transformación interna, una forma de muerte psicológica que ocurre cuando algo esencial en nuestra vida cambia o desaparece. Puede tratarse de una persona, de una etapa, de una relación o de una manera de entendernos a nosotros mismos. Pero dentro, algo deja de ser como era.

Cuando eso ocurre, el mundo conocido se desordena. Los referentes emocionales, los recuerdos y la manera de estar en el día a día se reacomodan lentamente. El duelo es ese intento profundo de reconstruir la continuidad del yo después de una ruptura que ha afectado los cimientos de nuestra identidad.

No en vano, muchas personas en proceso de duelo dicen sentir como si una parte de sí mismas hubiese muerto. Y es así: cada duelo implica la pérdida de una versión anterior de uno mismo, aquella que existía en relación con lo que se ha ido.

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El duelo no es una enfermedad ni un obstáculo que haya que superar.
Es una respuesta natural de la psique y del cuerpo ante el cambio, una forma de cuidado y de ajuste. Por eso puede expresarse con tristeza, cansancio o vacío, pero también con confusión o con la necesidad de aislarse. El organismo se protege mientras trata de dar forma a lo que aún no puede comprender.

En terapia, no se busca cerrar el duelo ni olvidar, sino acompañar ese proceso de reorganización: poner palabra a lo que duele, sostener y permitir que poco a poco aparezca una nueva manera de estar en el mundo.

No se trata de volver a ser quien eras, sino de descubrir quién puede surgir después de la pérdida.

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¿Cuando aparece el duelo?

Como decíamos, el duelo aparece cuando algo importante cambia, se rompe o se pierde.
A veces es evidente —la muerte de una persona querida, una separación, una enfermedad—, pero otras veces es más silencioso: el final de una etapa, una renuncia, una mudanza...
En todos los casos hay algo común: una parte de la vida ya no está como antes, y otra todavía no sabe cómo continuar.

No son solo hechos que entristecen; son rupturas que tocan lo más profundo, porque afectan la manera en que nos entendemos, nos vinculamos y damos sentido a lo que somos, nuestra identidad.
Por eso el duelo lleva tiempo: es un proceso de reconstrucción interna, de volver a habitar el propio mundo después de que algo esencial se haya transformado.

No siempre lo reconocemos como duelo, porque no siempre hay ausencia física.
A veces llega tras un cambio de trabajo, el paso del tiempo, una crisis personal o incluso después de algo que, en apariencia, “debería hacernos sentir bien”.
Pero el duelo surge cada vez que se altera aquello que daba coherencia y sostén a nuestra vida, y el cuerpo y la mente necesitan un tiempo para adaptarse a esa nueva realidad.

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Tratamiento en procesos de duelo

En terapia no buscamos que el dolor desaparezca rápido, ni forzar el “pasar página”.
El trabajo consiste en acompañar el proceso natural del duelo, ayudando a que la persona pueda entender lo que está ocurriendo dentro de sí y encontrar una forma de vivirlo con más conciencia y menos soledad.

Cada duelo tiene su propio lenguaje.
A veces habla a través del cuerpo —con tensión, insomnio o cansancio—;
otras, se manifiesta en pensamientos que giran sin descanso, o en la sensación de haber perdido el sentido de las cosas.
En el espacio terapéutico, todo eso puede ser escuchado sin prisa, puesto en palabras y transformado en algo comprensible.

La terapia ofrece un lugar donde dar sentido a lo que se desordena, reconocer la función de las emociones y observar cómo la pérdida ha afectado a la manera de relacionarse con uno mismo y con el mundo.

A medida que se avanza, el dolor deja de ser una amenaza y puede empezar a verse como una parte del proceso de reorganización interna.

No se trata de olvidar, sino de reintegrar lo perdido dentro de una nueva versión de la vida.
Dejar espacio para el recuerdo, para la ausencia, para la transformación.
A veces eso implica reconciliarse con lo que ya no puede ser; otras, descubrir aspectos nuevos de uno mismo que emergen precisamente a partir del cambio.

Desde la terapia acompañamos ese tránsito, ayudando a que cada persona encuentre su propio ritmo, sus propias palabras y su forma de seguir en contacto con lo que ama, incluso cuando ya no está presente de la misma manera.

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¿Cuándo vale la pena pedir ayuda en procesos de duelo?

No siempre es fácil saber cuándo el dolor necesita acompañamiento.
El duelo tiene su propio ritmo, y en muchos casos se atraviesa de forma natural.
Pero a veces se vuelve tan denso o confuso que cuesta seguir adelante sin apoyo.

Puede ser un buen momento para pedir ayuda cuando:

❇️ El malestar no se alivia con el paso del tiempo, o sientes que la tristeza se ha vuelto demasiado constante o pesada.

❇️ Te cuesta retomar tu vida cotidiana, concentrarte, descansar o disfrutar de cosas que antes te hacían bien.

❇️ Aparece una sensación de vacío o desconexión, como si nada tuviera sentido o como si hubieras perdido una parte de ti.

❇️ Te resulta difícil hablar de lo ocurrido o las emociones parecen bloqueadas, sin espacio para expresarse.

❇️ Sientes culpa, enfado o confusión persistente, incluso cuando intentas comprender lo que pasa.

❇️ Tu cuerpo empieza a manifestar el dolor con cansancio, tensión o síntomas físicos difíciles de explicar.

❇️ Evitas lugares, personas o recuerdos que te conectan con lo perdido, pero al mismo tiempo no logras soltarlos del todo.

❇️ Tienes la sensación de estar atrapado en un bucle, reviviendo una y otra vez lo que pasó o lo que podría haber sido.

Buscar ayuda no significa que el duelo vaya “mal”. Significa reconocer que necesitas un espacio seguro para comprender y sostener lo que está ocurriendo.

En terapia, el dolor puede empezar a tener sentido, encontrar palabras, y transformarse poco a poco en algo más integrable: una forma de estar en el mundo en la que lo perdido siga teniendo lugar, sin ocuparlo todo.

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Preguntas frecuentes sobre el duelo (FAQ)

  • ¿Cuánto dura el duelo?
    No hay un tiempo igual para todos.
    Aunque el duelo es un proceso natural que tiene su propio ritmo, no puede mantenerse activo para siempre. El cuerpo y la mente no pueden sostener indefinidamente un estado de alerta o de pérdida; con el tiempo, algo dentro empieza a reorganizarse.

    Para algunas personas, esa transformación se da en unos meses; para otras, puede necesitar más tiempo —un año, año y medio, o incluso más—. También hay quienes no sienten una tristeza intensa, porque gran parte del duelo se fue elaborando antes, incluso dentro de la propia relación o experiencia.

    Y hay duelos que, aun “superados”, dejan una huella permanente: ya no duelen igual, o sí, pero han cambiado algo profundo en la forma de estar en el mundo. En ese sentido, el duelo desaparece; pero como estábamos en él, se integra y pasa a formar parte de quien somos.

  • ¿Es normal no sentir tristeza?
    Sí.
    El duelo no siempre se expresa con llanto o tristeza visible.
    A veces aparece como cansancio, confusión o incluso una calma que desconcierta.
    Cada persona procesa de forma distinta: algunas lo hacen hacia afuera, otras de manera más interna. En ocasiones, el trabajo emocional del duelo ya ha comenzado de forma inconsciente durante la relación o el proceso previo a la pérdida.
    Con el tiempo, las emociones pueden encontrar su forma de aparecer, y es importante permitir que lo hagan a su ritmo, sin forzarlas ni juzgarlas.

  • ¿Por qué sigo sintiendo dolor después de tanto tiempo?
    Porque el dolor no desaparece por completo: se transforma.
    Hay pérdidas que dejan una huella profunda, y es natural que vuelvan en determinados momentos: aniversarios, lugares, olores, recuerdos.
    No significa que “no hayas superado” el duelo, sino que sigues en relación con lo que fue importante. La terapia puede ayudar a darle un nuevo lugar a ese vínculo, sin que siga siendo una herida abierta.

  • ¿Es normal sentir que ya no soy la misma persona?
    Sí.
    De hecho, es una de las señales más profundas del duelo.
    La pérdida reorganiza la identidad: cambia cómo nos vemos, cómo nos vinculamos y cómo entendemos quiénes somos.
    Por eso muchas personas dicen sentir que “una parte de sí mismas ha muerto”.
    Esa sensación no es patológica; es el reflejo de una transformación interior.
    Con el tiempo, el yo se reconstruye, incorporando lo vivido de otra manera.

  • ¿Se puede tener duelo sin que alguien haya muerto?
    Sí.
    El duelo no siempre implica ausencia física.
    Puede aparecer tras una ruptura, un cambio vital, una mudanza, una pérdida de salud o incluso al dejar atrás una etapa importante de la vida.
    La diferencia con una simple tristeza está en la profundidad del cambio: lo que se pierde tiene valor identitario, algo que formaba parte de quién eras.
    Cada vez que algo de ese nivel se transforma, una parte de nosotros necesita reorganizarse.

  • ¿Cuándo el duelo se vuelve complicado o “patológico”?
    Más que pensar en patologías, conviene mirar si el proceso da la sensación de haberse detenido.
    Cuando el dolor se vuelve inmóvil, cuando la vida parece suspendida o cuando el malestar impide conectar con lo cotidiano, puede ser momento de pedir ayuda.
    No se trata de acelerar el proceso, sino de acompañar para que vuelva a moverse, para que el sufrimiento empiece a transformarse en algo más habitable.

  • ¿La terapia puede aliviar el duelo?
    Sí, aunque no eliminándolo.
    La terapia ofrece un espacio donde entender lo que está ocurriendo, poner palabras al dolor y permitir que cuerpo y mente encuentren su propio ritmo de adaptación.
    El objetivo no es olvidar, sino recordar sin romperse cada vez.
    Poder mirar lo perdido desde un lugar más amplio, donde el vínculo siga teniendo sentido, pero ya no duela como antes.

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Para conocer más a fondo cómo trabajamos el duelo, te invitamos a leer la sección “Nuestro proceso” en las páginas de nuestros centros en Bilbao y Online. Allí explicamos cómo es la primera sesión, qué puedes esperar de las siguientes y cómo adaptamos el acompañamiento al ritmo de cada persona.

En la sección de información práctica encontrarás además detalles sobre la duración y frecuencia de las sesiones, las modalidades presencial y online y las diferentes formas de contacto. Todo lo necesario para orientarte antes de comenzar.

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