¿Qué es el Estrés?
Todos sentimos estrés en algún momento. Es esa sensación de estar sobrepasado, de tener la cabeza llena y el cuerpo en tensión.
A veces surge ante una situación concreta —una fecha límite, una conversación difícil, una preocupación—, y otras aparece sin motivo claro, como si el cuerpo siguiera acelerado aunque el día ya haya terminado.
En realidad, el estrés es una respuesta normal: la forma que tiene el organismo de prepararse para actuar, de ayudarnos a adaptarnos a lo que percibe como importante o exigente.
No es algo malo en sí mismo. Nos impulsa, nos enfoca, nos mantiene atentos.
El problema llega cuando esa activación no se apaga, cuando seguimos en modo alerta incluso en momentos que deberían ser de calma.
Entonces el cuerpo empieza a pasarnos factura.
El sueño se vuelve ligero, cuesta concentrarse, aparecen contracturas, molestias digestivas o una sensación de cansancio que no se va.
El sistema nervioso permanece en tensión, intentando sostener un ritmo que ya no puede mantener.
El cuerpo intenta avisar de que necesita parar, pero la mente sigue corriendo.
Y cuanto más intentamos controlarlo, más se tensa todo.
A veces el estrés se disfraza de eficacia o de responsabilidad; otras, de miedo a fallar o de necesidad de mantenerlo todo en pie.
En terapia no buscamos eliminar el estrés por completo, sino comprender qué lo sostiene: qué partes de ti están intentando responder a todo, qué estás intentando proteger o evitar, y por qué cuesta tanto soltar.
Ponerle palabras a eso ayuda a recuperar equilibrio y a reconectar con un ritmo más propio —uno en el que el cuerpo pueda descansar sin sentir que todo se viene abajo.
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¿Por qué aparece el estrés?
El estrés no aparece por casualidad. Es la forma que tiene el cuerpo de decirnos que algo nos está exigiendo más de lo que podemos sostener en ese momento.
A veces responde a una sobrecarga externa —trabajo, responsabilidades, ritmo de vida—, pero muchas veces también tiene raíces internas: la forma en que nos exigimos, el miedo a fallar o la dificultad para poner límites.
El cuerpo interpreta esas tensiones como una señal de peligro.
El sistema nervioso se activa, libera adrenalina y cortisol, acelera el pulso, la respiración y la mente.
Todo el organismo se prepara para afrontar o escapar, incluso si la amenaza no es física, sino emocional: una conversación pendiente, una decisión difícil, la sensación de no llegar.
Con el tiempo, ese estado de alerta constante deja de cumplir su función adaptativa.
El cuerpo sigue encendido, aunque ya no haya nada urgente que resolver.
Y lo que antes ayudaba a rendir o a protegernos, empieza a generar agotamiento, desconexión o bloqueo.
A veces, el estrés aparece porque hemos sostenido demasiado durante demasiado tiempo, sin permitirnos parar.
Otras, porque hemos aprendido a responder siempre desde la exigencia o el control, creyendo que relajarnos equivale a descuidar.
Desde la terapia, exploramos qué sostiene esa activación, qué partes de ti sienten que no pueden bajar la guardia y qué necesitas para recuperar un estado de mayor seguridad interna.
No se trata de eliminar el estrés, sino de entender su función y ayudar al cuerpo a salir del modo supervivencia.
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Cómo abordamos el estrés en terapia
El estrés no se resuelve “apagándolo”, sino comprendiendo qué lo alimenta. En muchas ocasiones, detrás del cansancio o la tensión constante hay una exigencia interna muy fuerte: la necesidad de hacerlo bien, de no decepcionar, de mantener el control o de no dejar caer a los demás.
En terapia trabajamos para dar espacio a esas partes que viven en alerta y ofrecerles otra forma de sostener lo importante sin desgastarse.
Exploramos cómo el cuerpo responde ante la presión, qué pensamientos la refuerzan y qué emociones quedan relegadas mientras se intenta seguir adelante.
A veces el primer paso es simplemente detenerse: reconocer el propio límite, observar cómo el cuerpo pide descanso y recuperar el permiso para no poder con todo. Desde ahí, es posible empezar a reorganizar prioridades, cambiar el ritmo y recuperar conexión con lo que da sentido.
No se trata solo de aprender técnicas para relajarse, sino de reaprender una manera de estar en el mundo más flexible, más amable contigo y más coherente con lo que necesitas.
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¿Cuándo vale la pena pedir ayuda con el estrés?
No todo estrés es negativo: a veces nos activa, nos ayuda a rendir o a tomar decisiones importantes.
Pero hay momentos en los que deja de ser una respuesta útil y empieza a ocupar demasiado espacio.
Puede ser momento de pedir ayuda cuando:
❇️ Sientes que estás en tensión incluso cuando no hay motivo aparente. El cuerpo sigue en modo “alerta” aunque el día haya terminado.
❇️ El descanso ya no recarga. Duermes, pero no descansas; te vas de vacaciones, pero sigues con la mente acelerada.
❇️ Te cuesta concentrarte o tomar decisiones. La sensación de saturación hace que todo parezca demasiado.
❇️ Tu cuerpo empieza a hablar por ti. Dolores musculares, problemas digestivos, cansancio constante o cambios en el apetito.
❇️ Notas irritabilidad, apatía o una desconexión emocional. El estrés puede agotarte tanto que dejas de disfrutar incluso de lo que te gusta.
❇️ Sientes que solo funcionas “a base de impulso”. Vas tirando, pero sin espacio real para ti.
❇️ Tu entorno empieza a notarlo. Relaciones, trabajo o tiempo personal se ven afectados por el ritmo interno de exigencia.
Pedir ayuda no significa que estés fallando, sino que reconoces que algo necesita otro tipo de atención.
La terapia puede ayudarte a comprender qué mantiene activo ese estado de tensión, a recuperar equilibrio y a reconectar con una forma de estar más tranquila y sostenida.
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Preguntas frecuentes sobre el estrés (FAQ)
¿Cómo saber si lo que tengo es estrés o ansiedad?
Aunque pueden parecer lo mismo, el estrés suele tener una causa más identificable —una situación concreta, una carga o una preocupación específica—, mientras que la ansiedad se mantiene incluso cuando el motivo desaparece.
En el estrés, el cuerpo se activa para “resolver”; en la ansiedad, esa activación se vuelve más difusa y anticipatoria.
Ambas comparten síntomas, y a veces se entrelazan. Lo importante no es etiquetarlas, sino entender qué te está pidiendo tu cuerpo en ese momento.¿El estrés puede causar síntomas físicos?
Sí. El cuerpo y la mente están profundamente conectados.
Cuando el sistema nervioso se mantiene en alerta durante mucho tiempo, aparecen contracturas, dolores de cabeza, tensión mandibular, alteraciones digestivas o insomnio.
Estos síntomas no son “imaginarios”, son señales fisiológicas de sobrecarga. Escucharlas es una forma de cuidado, no de debilidad.¿Se puede vivir sin estrés?
No, y tampoco sería deseable.
El estrés tiene una función adaptativa: nos activa, nos ayuda a reaccionar, a concentrarnos y a afrontar retos.
Lo que buscamos no es eliminarlo, sino regularlo, aprender a reconocer cuándo el cuerpo necesita pausa y cuándo la exigencia deja de ser útil.¿Cuánto tiempo tarda en desaparecer el estrés?
Depende de muchos factores: la intensidad de la carga, el nivel de descanso, el apoyo emocional y los hábitos diarios.
En terapia, más que “hacer que desaparezca”, trabajamos para que el cuerpo pueda volver a sentirse seguro, y para que tú puedas responder al mundo sin quedarte en estado de alerta.
El alivio llega poco a poco, conforme el sistema nervioso recupera su capacidad de descansar y confiar.¿El estrés puede volverse algo más serio?
Sí, cuando se mantiene durante demasiado tiempo puede derivar en agotamiento emocional (burnout), problemas de sueño, irritabilidad o incluso síntomas depresivos.
Por eso es importante no esperar a “tocar fondo” para pedir ayuda.
Atender al estrés a tiempo es prevenir y cuidar la salud mental antes de que el cuerpo y la mente se colapsen.
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Resuelve tus dudas sobre el estrés
Si te interesa conocer en qué espacios trabajamos el estrés, puedes consultar nuestras terapias para adultos, parejas, familias, adolescentes, niños/as y en el ámbito perinatal.
Para conocer más a fondo cómo trabajamos el estrés, te invitamos a leer la sección “Nuestro proceso” en las páginas de nuestros centros en Bilbao y Online. Allí explicamos cómo es la primera sesión, qué puedes esperar de las siguientes y cómo adaptamos el acompañamiento al ritmo de cada persona.
En la sección de información práctica encontrarás además detalles sobre la duración y frecuencia de las sesiones, las modalidades presencial y online y las diferentes formas de contacto. Todo lo necesario para orientarte antes de comenzar.
Dar el primer paso puede generar dudas, pero no tienes que hacerlo solo. Si lo deseas, puedes ponerte en contacto con nosotros hoy mismo y agendar tu primera sesión.